Si necesitas entender tu sitio en tu familia, la navidad es tu oportunidad
Cada año, las navidades vienen cargadas de emociones. Será porque es época de hacer balances, por su cercanía con fin de año o porque traen esa cuota de ilusión de reunir a la familia feliz alrededor de una mesa. Y en tu caso puede que vivas este momento expandiéndote y disfrutando de todos los que os sentáis a la mesa o, por el contrario, eres de los que se siente obligado a estar.
Lo que estoy escribiendo hoy tiene más que ver contigo si eres de los segundos, si eres de los que -por algún motivo- experimentas estas fiestas desde la incomodidad, el enojo o la angustia.
Es una propuesta: ver la navidad como una oportunidad de encontrar tu verdadero sitio.
El que te corresponde y que te hará sentir que nadie ni nada te obliga. Suena maravilloso, ¿cierto?
Y para ello, lo primero será entender que lo que define tu sitio en primera instancia, es el momento de tu nacimiento, es lo que te ubica dentro del orden que ocupas en tu sistema familiar. Tanto si eres el primer hijo como el cuarto, es un determinante, no condicionante, sino determinante.
Pensemos en la mesa navideña, recordemos la del año pasado o la anterior, una en la que te sentiste especialmente bien o con una desorientación total. Repasa a los distintos integrantes de la familia y su función en cada una de las fiestas:
Esa persona que, por su carácter o historia de vida, le es fácil ponerse al mando. Son las que organizan qué se va a hacer este año, dónde e incluso quién se sienta al lado de quien.
Aquel otro que, a pesar de ser solo uno más, es el que se ofrece para todo, desde poner a disposición su casa, su mesa, hasta encargarse de preparar todo para el resto de la familia.
También el que llega en el último minuto, hace un revuelo con su presencia, se sienta y disfruta, pero sin haber participado mucho de los preparativos.
Todos estos papeles que cada uno desempeña, no siempre coinciden con lo que correspondería por el lugar que ocupan. Y esto genera un desorden que se hace sentir, porque hay personas que no están es su sitio, lo que lleva a un desequilibrio entre lo que aportan unos y otros. Ellos están asumiendo lo suyo y lo ajeno en un intento de conciliación, unión familiar o evitación de conflictos, pero no se están haciendo cargo de lo suyo, que es muy diferente.
Este es el centro de la cuestión.
¿Te identificas con estas situaciones? Si es así o incluso si simplemente lo observas y no estás ni en un punto ni en otro, te es fácil sentir la frustración o el desencanto que destilan estas situaciones de encuentros familiares desordenados.
Aunque, como te mencionaba antes, la Navidad puede ser una oportunidad de recuperar el orden perdido o que nunca estuvo.
Y te voy a proponer algunas acciones y actitudes que puedes tomar para conseguirlo.
El primer consejo es muy simple de ejecutar y tiene alto impacto, se trata de que las personas se ubiquen de la forma adecuada alrededor de la mesa: mayores a la derecha de los pequeños. Esto también implica que nadie dirige a nadie, sino que cada uno toma su lugar, como cuando en una foto escolar la maestra se ubica en un lugar predeterminado, nadie lo cuestiona.
Puede que pienses “Vale Lola, no es tan fácil esto en mi familia, ni siquiera depende de mí”. Si fuera el caso, puedes proponerlo desde un sitio que tu familia lo entienda sin ponerte en contra, por ejemplo: puedes tomar la iniciativa y armar la mesa para que quede de esa forma, o proponerlo como un juego. Tú verás de acuerdo a tu propia experiencia.
Este punto es clave, porque con que uno del sistema se coloque en su sitio, ya le facilita al resto colocarse en el suyo sin generar roces, de forma natural.
El segundo punto surge desde cambiar una actitud que solemos tomar sin darnos cuenta y, que tiene su origen en lo irresistible y atractivo que es opinar. ¿Te suenan estos pensamientos o comentarios?:
“No sabemos nada en todo el año y ahora aparece como si le importara”.
“Cómo se le ocurre venir como si nada”.
“No me puedo creer que tal miembro de la familia vaya a permitir que tal otro acuda después de lo que le hizo”.
Si en vez de estos juicios de valor, entiendes estas situaciones desde la pertenencia, te será más fácil dejar de tener opiniones y sentimientos encontrados que te entristecen, enojan o angustian.
¿A qué me refiero?
Al igual que el orden en la familia lo determina el momento en el que cada miembro llegó a la familia, la pertenencia viene definida por el simple hecho de pertenecer. Es así de simple.
Y, también podemos relacionarlo a lo que te decía antes sobre lo que cada uno aporta. Desde ese lugar: ¿quién soy yo para juzgar lo que el otro hace o no hace?, ¿quién soy yo para pedirle o esperar que haga o no algo?, ¿quién soy yo para decidir quién es digno de ser de la familia y quién no?
De hecho, todo en la vida está formado por la unión de contrarios, y de esa unión surge el resultado de lo que podemos encontrarnos. Quiero decir, que sin lo uno no tiene sentido lo otro: sin la tristeza no se valora la alegría. Y uniendo ambas emociones te encuentras con el estado de ánimo.
Es como cuando accedes a la temperatura gracias a sentir el frío y el calor al entrar o salir a la calle. Sin una referencia no puedes valorar la otra.
No sabes para qué es necesario lo que aporta ese miembro de la familia que puede incomodarte, aunque ten por seguro que está complementando el otro extremo y que sin esa “incomodidad” no podrías acceder a la esencia que caracteriza a tu familia. Es una pieza importante en tu vida y en tu sistema.
Quizá no te resulte fácil, pero puedes empezar por dejar de catalogar a esa persona bajo la etiqueta de “incómoda” o “rechazable”. Cuando lo hagas podrás dar lugar a verlo desde la curiosidad de lo que esa persona aporta. Y con esto quiero decir verlo desde el permiso para que aporte lo que sepa o pueda, no desde el juicio respecto a lo que aporta.
Ahora, ¿qué sucede si la persona incómoda se excede e invade tu espacio? Justo por eso he empezado por hablarte de la importancia de estar en tu sitio, porque desde allí no sentirás que alguien te ha invadido o que se ha pasado contigo.
Desde tu lugar defines los límites de lo que le permites al otro. Quizá no te libres de un comentario hiriente, y en ese caso este será el reto: pararlo simplemente haciendo ver que está fuera de lugar y, que además, tú no lo permites.
Esta es también una oportunidad. Porque en esta protección de los límites de tu espacio, será indispensable que no reacciones desde la víctima machacada y vulnerable, sino desde el adulto que eres y siempre desde el momento que estás viviendo, no desde las reacciones de vivencias similares del pasado.
Esta es la invitación que te hago para esta Navidad: si así lo sientes y deseas, conviértela en una oportunidad de disfrutar de tu familia y de la importancia de ti dentro de ella. Incluso puedes llegar a experimentar el equilibrio familiar desde el respeto a lo que cada uno aporta y al lugar que cada uno ocupa.
Estaré encantada de leerte en comentarios. Adelante.
Te deseo una feliz reunión familiar por Navidad.