7 pautas para empezar el año estableciendo objetivos cumplibles
Estamos iniciando el año y, es un momento en que la mayoría elegimos para trazar esos objetivos mayores que nos acompañarán a lo largo de 12 meses.
Hay quienes los piensan como deseos escritos en una carta a los Reyes Magos, otros imaginan qué es lo que quieren ver hecho realidad este año mientras levantan la copa para brindar. Da igual la forma y la excusa que uses para crear un propósito para este año, lo importante es que -si en realidad quieres cumplirlo- lo hagas con estrategia y a prueba de frustraciones.
Así que detén por un minuto la lectura y piensa: ¿Cómo vas tú con estos propósitos?
Aunque la pregunta más importante es esta: ¿Puede que algunos de esos propósitos o deseos estén condicionados por un “cuando”?
Por ejemplo:
Mejorar mi alimentación CUANDO los niños empiecen el colegio.
Apuntarme al gimnasio para fortalecer y reducir unos kilos, CUANDO haga menos (o más) calor.
Cambiar de trabajo CUANDO termine tal curso o tenga más tiempo para mejorar determinadas habilidades.
Cuando… ese “cuando” es lo que te quita capacidad de acción. Porque, a pesar de que lo utilizamos para ubicar un objetivo en el tiempo, en realidad sucede todo lo contrario, ya que no es una fecha concreta sino un “quita-multas” de la mala consciencia que te permite quedar conforme, pretendiendo que has establecido un momento concreto.
Lo que haces es condicionar tu objetivo, y eso hace que su cumplimiento sea más difícil. ¿Lo notas?
Pero la buena noticia es que ahora eres consciente de ello y estás a tiempo de reformularlo para que no te autoboicotees desde el inicio.
Adelante, comienza por buscar dentro tuyo algo que se sienta muy real. Deshazte de aquello que surja porque “está bien”, “es lógico” o “todo el mundo lo hace”. Elige solo un deseo, pero que sea muy tuyo.
Defínelo en palabras y escríbelo: ¿qué es eso que sientes que necesitas?, ¿qué es eso que en realidad quieres?
Ahora elabora un plan, pero ojo aquí, busca ponértelo fácil estableciendo metas realistas y sencillas de conseguir. No hay ningún mérito en hacer que sea complicado.
Puede ser que quieras:
Ponerte en forma. Para ello proponte empezar por hacer ejercicio 1 día a la semana.
Cambiar tu alimentación. Para ello empieza por incluir un alimento saludable o quita uno que no lo sea.
Mejorar tu calidad de sueño. Para ello empieza por comprometerte a dejar las pantallas 30 minutos antes de acostarte.
Aquí la palabra clave es “EMPEZAR POR”, ya que se trata de que vayas recorriendo tu propio camino de consecución de logros y sientas que avanzas hacia tu meta mayor. Cuando logras afianzar la confianza en que de verdad puedes, todo cambia. Te potencias.
Por supuesto que en el camino existe el riesgo de que surja la mirada crítica y tires por tierra toda tu elaboración de planes, pero tienes a tu alcance el antídoto perfecto para dejar esa reacción a un lado: la mirada compasiva.
La primera mirada, la crítica, que además es la que solemos sentir como más realista y acertada, es una forma de negarnos nuestro amor propio. Ella nos exige, mientras busca el fallo en todo excusándose en la excelencia. Mientras la segunda es paciente y nos acompaña, no aprieta en detalles ni en tiempos.
La primera es blanco o negro, sí o no, conseguido o fracasado.
La segunda tiene matices y permite evaluar desde el movimiento, porque eso indica que el plan está vivo, en proceso, enraizándose en la vida. Con calma, pero sin pausa.
Avanzar de a pequeños pasos, con hitos alcanzables y evaluando desde la compasión, tiene la ventaja de que además te ayudará a descartar pronto objetivos que no son para ti o para este momento. Ya que si -a pesar de plantearte metas alcanzables y realistas- no logras comenzar o te estancas, será momento de repensar y cambiar de rumbo si es necesario.
No se trata de que lo quites de tu lista de un plumazo ni de que vayas saltando de propósito en propósito sin lograr ninguno. Tiene que ver de nuevo con adoptar una mirada compasiva que te dé la flexibilidad necesaria para comprender y aceptar cuando necesitas cambiar tus metas por otras alternativas o solo dejarla para otro momento.
Empeñarse en algo puede convertirse en una manera de castigarnos, de mantenernos “chiquititos” ante la realidad. Es lo que también sucede cuando le damos rienda suelta a la mirada crítica.
Al final, la propuesta es que logres avanzar en tu vida, tomando las riendas y disfrutando de cada logro que consigues, mientras te adaptas a los obstáculos que encontrarás en el camino. Así que te propongo lo siguiente:
- Haz una lista de solo 3 propósitos concretos y cumplibles.
- Elige uno con el que empezar y que sea sencillo temporalizar, sin que se pierda en el “cuando”.
- Planifica desde la facilidad, construyendo un camino de un paso detrás de otro. Cada uno puede ser más grande o menos ambicioso, más rápido o más lento, incluso en algún punto quizá retrocedas y retomes la marcha… lo importante es que haya MOVIMIENTO.
- Establece una primera acción y algunas alternativas, pero si a pesar de intentarlo no logras ponerlo en marcha, quizá no sea el momento. O puede que necesites otra versión más afín a ti de ese mismo plan, no te quedes en la frustración del NO puedo, aplica la creatividad y sigue adelante.
- Mira con amor cada paso, cada avance por pequeño que sea. No te centres en lo que te falta hasta llegar, ni en los errores que hayas podido cometer. Pon tu atención en la meta final y todo tu amor en el camino.
- Sé paciente contigo: comprende, acompaña, valora… sigue el movimiento y siente el orgullo de estar en marcha.
- Por último, cuando lo consigas, date el tiempo para sentir el orgullo del camino recorrido con todos sus baches y sus atajos, porque es tu logro, forma parte de ti y te conduce a lo siguiente.
Cada camino de consecución de logros te lleva a lo siguiente, el próximo propósito, la siguiente etapa de crecimiento, la superación de otro obstáculo… Adelante, teje tu propia red de caminos abrazando lo difícil y lo fácil de cada uno de ellos. Enraízate en la vida y crece.
Y, si quieres, comparte parte de ese camino conmigo. Te leo aquí abajo.