Esto es lo que ocurre cuando te concentras en el Por qué

Si tienes un mal día y luego otro igual, o si sientes que te ha toca vivir una situación difícil tras otra, lo más probable es que en algún punto des un suspiro mientras te preguntas ¿Por qué me pasa esto a mí?

¿Por qué otra vez igual?, ¿por qué no puedo salir?, ¿por qué no puedo cambiarlo?

¿Por qué…?

Lo cierto es que tras preguntarte lo mismo unas cuantas veces, sigues sin obtener una respuesta, y –una y otra vez- caes en la desesperanza y la impotencia, porque:

No encuentras la razón

No entiendes nada

Y ya en ese punto, no te sientes capaz de rehacerte.

Sin saberlo, ese es el momento en el que caes en la autocompasión. 

Es que esta pregunta que está rondando en tu cabeza y que no cesa, te entretiene desviando el foco de lo que es importante en ese momento: la búsqueda de lo que de verdad pasa.

Así que dime, luego de tantas veces de llegar a ese instante en el que te haces la misma pregunta sin respuesta, ¿a dónde te ha llevado?, ¿qué has conseguido?

Victimismo.

Este es el punto central y al que quiero llegar.

No solo no has encontrado lo que buscabas, sino que has agotado tu energía al no volver tu mirada a lo que realmente te estaba pasando. 

Y ahora que ya no sabes ni quien eres, solo te queda la autocompasión.

Te lo diré sin vueltas: Aquí no hay salida, porque es un lugar donde no tienes fuerza. Dudas de ti y has dejado de confiar en el entorno y en lo que te depara la vida en general.

Te llenas de miedo, te empequeñeces y te paralizas.

Así que esta es mi propuesta: solo respóndete con honestidad y en voz alta si lo necesitas, “no lo sé, no sé por qué me pasa a mí”, dilo una vez más “no lo sé”.

“Simplemente NO LO SÉ”

Ahora ya puedes salir de allí y abrirte a preguntarte “¿qué quiero yo ahora?” Prueba, esta pregunta te llena de poder.

¿Qué puedo hacer con lo que tengo en este momento?, ¿cuál es el siguiente paso a dar?

Desde luego que las respuestas no vendrán a ti como si de repente tuvieras un manual de instrucciones o una receta milagrosa, de hecho me animo a decirte que lo más probable es que se parezcan a una carta a los Reyes magos, en plan:

“Lo que quiero es que me devuelva mi trabajo, mi dignidad, el tiempo perdido”.

“Lo que quiero es que se disculpe”.

“Lo que quiero es que se interese por mí”.

El problema es que esas frases son mágicas, y no en el sentido de que se hacen realidad con tan solo decirlas, son irreales. Son deseos infantiles en boca de adulto, ficción y fantasía.

Prueba de nuevo.

Aunque esta vez empieza tu respuesta con “YO QUIERO…”, luego di algo que dependa de ti, algo que esté en tus manos conseguir, sin depender de alguien más. Por supuesto que es más fácil pensar en que otro tome una acción por ti, que hacerlo por tu cuenta.

Pero la verdadera cuestión aquí es ¿puedes (quieres) hacerlo por tu cuenta? ¿Prefieres seguir dependiendo de otros o eliges tomar las riendas?

Este es el reto que te propongo hoy: ROMPE LA DEPENDENCIA, AHORA TÚ PUEDES HACER LO QUE QUIERES POR TI.

Y hay un hecho importante respecto a ello, nadie hará por ti lo que tú no haces.

La pelota está en tu tejado, ya eres libre, puedes dejar de preguntarte Por qué. Así que ¿seguirás en la autocompasión esperando a que vengan a salvarte?, ¿o dejarás de esperar y actuarás?

Quizá al principio te cueste romper la inercia y ponerte en movimiento, haz un balance de tus fuerzas, traza una estrategia y hazlo paso a paso.

Parecerá que avanzas despacio, pero será tu propio camino, tus propios pasos.

Adelante, toma las riendas de tu vida desde tu autonomía. 

Permítete descubrir quién eres.